(*) Aquella tarde, [el viejo] y venerado maestro, á quien solían [llamar Próspero,] por alusión al sabio mago de [La Tempestad] shakesperiana, se despedía de sus [jóvenes discípulos,] pasado un año de tareas, congregándolos una vez [más á su alrededor.]
[Ya habían llegado] ellos á la amplia sala de estudio, en la que un [gusto delicado y] severo esmerábase por todas [partes en honrar] la noble [presencia de los libros,] fieles compañeros de Próspero. [Dominaba en] la sala, colocado sobre esbelto pie de [mármol] negro, un bronce cincelado que figuraba al [ARIEL] de La Tempestad.