La exageración de riqueza en materia de cobre ocasiona a cada instante los chascos más desagradables: un cobrador no puede caminar sin ser seguido de un carro; y no hace más de un par de días que uno de nuestros amigos entró en una cigarrería para comprar cigarros de dos vintenes, ofreciendo como es natural 5 1/2 patacones brasileros, porque no tenía cambio menor: mientras había vuelto la espalda al mostrador y encendía su cigarro, no había visto amontonar un saco de cobre que el cigarrero le designó muy lacónicamente con estas palabras - "ahí está el vuelto". El infeliz no tuvo valor para llevar ese peso atroz y se encontró en la necesidad de buscar a tres o cuatro cuadras de distancia un moreno que cargase con el cobre, hallándose a más con la contrariedad de volver a su casa.

En resumen, nuestro amigo ha pagado por un cigarro de dos vintenes seis vintenes al peón, y tuvo la desgracia de caminar once cuadras de valde.

Se escribiría un libro largo sobre los placeres del mismo género, que procura en este momento al público la inundación del cobre.