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CONFERENCIA DE GERARDO CAETANO

Sala Enrique V. Iglesias del Banco Central del Uruguay - 3 de setiembre de 2015
 

Buenos días a todos. Muchas gracias Mario por la invitación, por esta ocasión de poder trasmitir algunos conocimientos que junto con Ana, en este último año, hemos tratado de registrar, de releer de volver a interpelar con nuevas preguntas, incluso haciéndolo, como hay que hacerlo, invitando a otras miradas, a otros historiadores, no solamente del país sino de la región y del mundo.

Con los documentos fundacionales y con los héroes fundacionales siempre hay un peligro. El peligro es de convertirlos, como diría Unamuno después de haber leído la Epopeya de Artigas, que había escrito Juan Zorrilla de San Martín, "mire, no sé cuánto se parece el Artigas que usted ha hecho con el Artigas real, pero lo que yo he leído me trae a la idea de que ese Artigas es el Cristo uruguayo". Carlos Quijano hablaba y decía "Artigas es nuestro Cristo a la jineta". Y bueno, un Cristo uruguayo o un cristo a la jineta no caben en un hombre y sobre todo no son los que convocan a los pueblos a construir en barro, con aciertos y errores, la Historia.

En busca de ese hombre, y sobre todo de su pueblo, es que hay que romper las esencias. En particular de un hombre singular del que nos separan 200 años. Que son pocos en la mirada de la Historia Universal, pero que son muchos en la mirada de un país joven como es el nuestro. Hay solamente una reproducción directa de Artigas, que es la carbonilla de Demersay. Luego todo es imaginación. Y sin embargo en esa imaginación está representada esa figura. Esa figura que era una figura singular. En primer lugar, de los líderes revolucionarios de las revoluciones iberoamericanas, que es donde hay que inscribir al artiguismo, era el más veterano. Se inicia en la revolución a los 47 años, la misma edad que tenía Bolívar cuando, después de una historia impresionante, muere. Era un compromiso de esos compromisos irreversibles, que no tienen marcha atrás. Su ciclo revolucionario son 10 años y luego las sombras del Paraguay, esos 30 años que tan bien ha estudiado Anita, pero que desconocemos en muchas de sus particularidades. Sabemos una cosa, que no fue un exilio, porque en realidad la región, la comarca, era lo que Artigas entendía como el centro de los recursos.

Artigas es el líder de una revolución popular derrotada. Eso es lo primero que hay que señalar. Porque muchas veces para exaltar a una figura es como que hay que afirmar su triunfo y no, no es correcto. Artigas fue el líder de una revolución popular derrotada, como fueron derrotadas todas las revoluciones populares que, además de romper el pacto colonial con España, querían una trasformación social en el marco de las revoluciones iberoamericanas. Fue derrotada la revolución de Hidalgo y de Morelos, la primera etapa de la revolución mejicana.

Artigas no fue uruguayo. Lo hemos hecho legítimamente uruguayo. Quiero señalar con mucha firmeza que tampoco fue argentino (risas). Entre otras cosas, porque la historia de la palabra "argentino", como la historia de la palabra "oriental", o la historia de la palabra "uruguayo", es una historia muy rica. En los tiempos de Artigas, "argentino" quería decir habitante de Buenos Aires y de sus alrededores. Y si algo no quería Artigas era eso. A Buenos Aires con justas razones lo tenía aquí (señala entre ceja y ceja), como lo tenían todos los jefes federales que  durante muchas décadas resistieron el nombre de Argentina como nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata. ¿Por qué?. Porque Argentina connotaba Buenos Aires. No fue argentino. Y por otra parte, vaya dicho de paso, ese supuesto testamento es trucho (risas). Dicho esto… (Mario Bergara: ¿O era francés?) (risas). Tampoco era francés y tampoco nació en Tacuarembó (risas). Y dicho esto, sin que sea antiargentinismo, que anida tanto (risas) en nuestra condición y en nuestra profesión de uruguayos.

Artigas no se entiende sin pueblo. Por eso esta moneda es virtuosa aún cuando falta una mujer, las viudas con hijos, las cuarteleras. Porque Artigas sin pueblo... Artigas, como dijo José Pedro Barrán, es conductor y conducido, la verdadera intención de su liderazgo, como la de todo liderazgo popular que arraiga fuerte, que supera las coyunturas de los tiempos, es la de ser conductor y al mismo tiempo la de ser conducido.

Y Artigas no es un guerrero, estratégico, táctico. Tampoco es un Washington como parece ese Artigas que se ha hecho y que está en ANCAP o en la UTE con los libros. No. Artigas era un caudillo popular de raigambre rural. Ustedes fíjense,  en 1815, como bien ha dicho Ana, toda la Provincia Oriental queda en manos de Artigas. Bueno, ¿uno qué supondría?. Que el líder triunfante de la revolución entra en Montevideo. No entra en Montevideo. No va a Montevideo. Odiaba Montevideo, odiaba Montevideo y con razón. Allí estaban el núcleo duro de sus enemigos, aquellos que, aún sin ser afectados directamente por el Reglamento, veían con pavor que el Reglamento abría una dinámica social, como toda revolución, que a la larga iba a herir sus intereses. Por eso el Reglamento termina de consolidar la radicalización de una revolución que genera lo que Artigas llamó "la sublime intriga", que es la convergencia de los poderosos de su tiempo, la oligarquía montevideana, Buenos Aires, Rio de Janeiro, con el objetivo de terminar con Artigas, con el mariscal de los desarrapados, con ese anarquista, con ese demócrata, ¿Por qué?. Porque la palabra "democracia" en aquel momento era una mala palabra. Era una palabra con connotación despectiva. Olía a participación directa del pueblo, a tumulto. Y eso no era lo querido, ni siquiera por los líderes revolucionarios. Salvo por figuras radicales, como Artigas.

Si 10 años después del Reglamento, cuando Artigas hace 5 años que ya no está en la Provincia Oriental, que está confinado allí en el desierto de Curuguaty, el Cónsul británico Samuel T. Hood, hablando de los partidos, los grupos de la Provincia, decía que los patriotas estaban divididos en dos. “De un lado la mayoría, partidarios de Artigas y de sus oficiales, cuyo sistema es la total independencia, una destrucción o división de posesiones y propiedades, y la igualdad sobre la base de hacer a todos igualmente pobres. Son de índole haragana, licenciosa y vagabunda. Están apegados a una vida militar”. Pero luego decía "pero por suerte está también la otra parte de los patriotas", coma, “la mejor clase. Habitan las ciudades, odian a Artigas y al artiguismo y, por supuesto, no quieren la independencia”. ¿Por qué?. Porque la independencia es el retorno de la anarquía. Artigas se vuelve innombrable y cuando aparece la palabra "anarquía" o "el demócrata" o "el promotor del teatro de la anarquía", todos saben que ese es Artigas.

En ese contexto de un líder popular, en medio de la guerra, Artigas atiende el tema de la tierra. Como ha explicado muy bien Ana, Artigas no inventa el Reglamento. No es entendible el Reglamento como una invención artiguista. No. Artigas se inscribe en una historia ya más larga, que es las propuestas para el arreglo de los campos que ya venían de la colonia. Artigas aprendió el tema de la tierra, el tema de la producción, el tema de la redistribución de tierras, pero con un sentido productivo, lo aprendió con Azara, lo aprendió leyendo también los planes del segundo imperialismo español, el imperialismo borbónico. Incluso algunas de esas propuestas para el arreglo de los campos, en algún sentido, llegaron a ser más radicales, como han dicho Barrán y Nahum, que el Reglamento, porque le quitaban la tierra a quien no producía, para distribuirla a aquellos que la producían.

Pero lo que hace singular al Reglamento es que Artigas es un líder revolucionario que, en el núcleo de su auge político, pero ya también en los umbrales de una batalla que no puede ganar, como es la batalla contra la segunda invasión portuguesa, que emerge de la consolidación de adentro, de Buenos Aires por un lado y de la oligarquía montevideana por el otro. Artigas en medio de esa revolución, proyectando su dimensión de Estado, lleva adelante esta propuesta. Esta propuesta que tiene obviamente un contenido social muy fuerte, que tiene un contenido político muy fuerte. Por un lado, la tierras disponibles son las de los malos europeos y peores americanos, que eran los contrarrevolucionarios. Los hacendados revolucionarios no eran tocados. Pero, advertían con pavor, el inicio de una dinámica social en donde esas tierras recuperadas de los malos europeos y peores americanos, eran distribuidas con un criterio social, en el que los más infelices serían los más privilegiados. Y allí establece quienes son los más infelices y algo extraordinario, no regala la tierra sin contrapartida, nada sin contrapartida. La clave de estadista, nada sin contrapartida. Para un proyecto verdaderamente transformador, exige que, quien es beneficiario, produzca de inmediato, haga un rancho y dos corrales. Y además le prohíbe enajenar la tierra. No puede tomar una suerte de estancia para venderla de inmediato. No. Tiene que producir esa tierra y lo hace en medio de una revolución.

Y también incorpora demandas, que eran las viejas demandas de aquellos hacendados, que ya existían, que era generar seguridad para fomentar la producción.

En ese contexto el Reglamento tuvo lamentablemente una aplicación que la guerra vino y cortó, cortó de inmediato prácticamente. Sin embargo el Reglamento dejó la marca de un sello social sin el cual el artiguismo no es reconocible. El artiguismo es libertad republicana, que no es cualquier libertad. Es la libertad individual, pero también es la soberanía particular de los pueblos, es la libertad par, es la libertad del ciudadano virtuoso, es la libertad que tiene como objetivo el bien común, es la libertad en donde alguien es libre porque se compromete en la libertad de los otros, por eso es la libertad republicana.

Hay un precioso escudo de armas que es el símbolo del IASE, el Instituto Artigas de Servicio Exterior, que dice "libertad republicana", y junto con eso, además de la libertad republicana, además de la afirmación de la independencia, tiene su independencia provincial, que era una independencia más amplia, pero sobre la base de la confederación. Además de eso, es esa máxima que es el rumbo de la república, "que los más infelices sean los más privilegiados".

La historia de la aplicación del Reglamento es una historia aleccionadora e interpelante. Salió Artigas de la Provincia Oriental con la dominación luso-brasileña. Rivera pacta en la protección de su séquito caudillesco y en ese sentido aquellos donatarios artiguistas que estaban bajo el séquito de Rivera son respetados. Pero cambiaba el criterio, el criterio de dimensión revolucionaria pasaba a un criterio de dimensión meramente caudillesca.

Y luego vino el siglo XIX. Y Alberto Márquez, que en el 900 estudió justamente qué había pasado con la propiedad de la tierra durante todo el siglo XIX, nos revela algo realmente asombroso. ¿Qué pasó con las tierras donadas por Artigas?. ¿Qué pasó con los donatarios artiguistas durante el siglo XIX?. Alberto Márquez nos señala dos o tres cosas muy importantes. En el 900, en donde se volvía a discutir planes de colonización, se volvía a discutir la recuperación de las tierras fiscales. Y los cálculos, Figari decía que el 900 un tercio de las tierras del país eran fiscales. Entonces el Estado, sin cuestionar en principio la propiedad privada, podía llegar a recuperar entre un tercio, lo que decía Figari, y otros, un poco más moderados, decían un sexto de la tierra. Un sexto de la tierra. Entonces el estudio de Alberto Márquez era un estudio muy importante. ¿Qué dice el estudio de Alberto Márquez durante todo el siglo XIX, que es la apropiación de la tierra sustantiva del Uruguay contemporáneo?. Primero, que la propiedad de hecho precedió a la propiedad de Derecho. Segundo, que la mayoría de los hacendados no tenían títulos saneados. Tercero, que había una franja de tierras muy importante que le pertenecían al Estado. El Estado nunca renunció a esa tierra, pero nunca la reclamó. Y cuarto, y lo más importante para lo que nosotros referimos, cuando la tierra era objeto de reclamo, la jurisprudencia estableció que eran legitimados como título de propiedad jurídico todas las donaciones de tierras, menos las de un período. Eran legitimadas las concesiones de tierras hechas durante la colonia española. Eran legitimadas las concesiones de tierras hechas durante la breve dominación porteña. Eran legitimadas las concesiones de tierras durante el período lusitano, durante el período portugués, durante todos los gobiernos de la historia uruguaya del siglo XIX. Pero había un período que la jurisprudencia nunca reconoció como fuente legítima de Derecho, el breve período de aplicación del Reglamento de Tierras. ¿Y cuál era el fundamento?. Que Artigas era el héroe de la nacionalidad, pero que su política de tierras había aplicado un criterio inaceptable, que era el criterio de la confiscación.

Por supuesto de que es una lectura equivocada y anacrónica, que a veces ha prosperado, el buscar en el Reglamento la fuente de una reforma agraria para el siglo XXI. Sería un gran equívoco. Pero, sí podemos encontrar a 200 años en el Reglamento agrario, la inspiración que siempre ha marcado la mejor versión del Uruguay, el rumbo y que ojalá nos siga acomunando siempre como nación, la libertad republicana y que los más infelices sean los más privilegiados. Muchas gracias (aplausos).

 
 
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